Defending civil and liberties rights

Hablemos de matemáticas, Orwell y la era post-derechos

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Cada vez que hay luna llena es matemático, llegan las dos de la madrugada y me despierto cuan licántropo. Menos mal que, al menos, no me pongo a aullar. Alguien me contó alguna vez que eso me ocurría por ser cáncer, ¿será? La verdad, soy un poco descreído y prefiero pensar que es mi cerebro el que de vez en cuando me invita a aprovechar la tranquilidad de la noche para leer y pensar.

Al respecto, uno de los secretos mejor guardados son los libros resumen de conferencias que publica el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Son perfectos, tienen entre 60 y 80 páginas directas al grano que, una vez leídas, dan esa paz necesaria para volver a la cama. Así, el tema elegido ha sido “Reading Orwell today” (Leyendo a Orwell hoy) por Miquel Berga. Un magnífico ensayo sobre el autor de “Rebelión en la granja”, “Homenaje a Cataluña” y “1984”.

Periodista, escritor y luchador anti-ismos (léase colonialismo, fascismo y Stalinismo), Orwell debería ser de obligada lectura y relectura en estos días de la post-verdad o, como empiezan a calificar ya algunos, post-derechos.

Su cruda descripción de una sociedad dirigida, como apunta Berga, por “la ciencia del terror” en “1984” hace de este libro una obra inolvidable. Y que no me niegue nadie que cada vez que uno pasea por nuestras calles hoy y se encuentra con tanta cámara monitoreando el tráfico, los comercios o los cajeros automáticos, no se siente un poco constreñido, por no hablar ya de esos líderes que aman comparecer en televisiones de plasma. Orwell, simplemente dio en el clavo. Como también dio al criticar la poesía “Spain” de W. H. Auden, considerada una de las más significativas piezas surgidas durante nuestra Guerra Civil, por incluir en una sus estrofas una justificación a la “aceptación consciente de la culpabilidad en el asesinato necesario”.

De hecho Orwell, voluntario en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), fue testigo directo de la represión que el Stalinismo instauró en mayo de 1937 contra este partido y los anarquistas de la CNT en Barcelona, criticando abiertamente a Auden, de quien decía que podía escribir sobre la “aceptación consciente de la culpabilidad en el asesinato necesario” primero, porque seguramente este “nunca habría cometido un asesinato, quizás ninguno de sus amigos habría sido asesinado jamás, y posiblemente nunca habría visto el cadáver de una persona asesinada…”.

Llegados a este punto, confieso que uno de los sueños, o mejor dicho pesadillas, que suele asaltarme estos días de luna llena, está relacionado con una caso que tuve que acompañar mientras trabajaba en Kosovo en el año 2000. En él, un grupo de personas de etnia albanesa intentaba entrar por la fuerza en una propiedad de una persona de etnia serbia que espera con un AK 47 en la mano. Pero justo cuando comienza el tiroteo, un tanque del ejército de los Estados Unidos pasa por el lugar y, sintiéndose atacado, barre con su ametralladora la calle, con el resultado de, al menos, tres personas muertas. Todo fue grabado en video por unas cámaras de seguridad y tuve que verlo y reverlo durante horas para establecer que arma sonaba primero, quien caía después y sobre quien recaía la responsabilidad de los asesinados.

Hoy que todo se graba, parece hasta tonto el mencionar el efecto que puede tener sobre una persona el repetir y repetir hasta la saciedad una secuencia de asesinato para calcular por el sonido, su potencia y la distancia temporal entre una detonación y la subsiguiente, si esta fue hecha por una pistola automática, un Kalashnikov o una ametralladora. Quizás por ello y porque en mi caso sí cumplo con los dos preceptos que menciona Orwell, me revelo ante el hecho de que medios de comunicación, supuestamente serios, coloquen en sus páginas principales de internes vídeos titulados como: “Así abatió la policía a los tres terroristas de Londres”, convertidos en nuevas “aceptaciones conscientes de la culpabilidad en el asesinato necesario”.

Sinceramente, no entiendo el valor periodístico o informativo que este tipo de imágenes puede tener, más allá de fomentar el terror de un modo científico, como si verdaderamente viviéramos en el 1984 orwelliano. De hecho, me resultan repulsivas y creo que hacen un flaco favor a quienes defendemos unas sociedades construidas sobre valores de democracia y derechos humanos en Europa y el mundo. Conceptos que son, precisamente, los que se encuentran en el centro de los ataques de Londres, Paris o Madrid en el 11-M.

Justamente, Netflix tiene en su catálogo de películas una, de cuyo nombre no quiero acordarme, que narra la historia de uno de los jefes del ejército de los Estados Unidos en Afganistán, en la que plantea una ecuación muy sencilla: 8-2=20

En otras palabras, si a un comando terroristas le matas a dos miembros, este se convierte en veinte, pues facilita la entrada de quienes estando cerca ideológicamente de la víctima encuentran en la venganza o necesidad de justicia su excusa hacia una nueva aceptación del “asesinato necesario”, fomentando un crecimiento exponencial del problema que nunca acabará con más muertes sobre la mesa.

Como me niego a ver el video sobre la acción policial en Londres, no voy a juzgar si su actuación fue o no desproporcionada y si puede servir para crear nuevos mártires del terror. Sin embargo, quiero dejar constancia de que hubiera sido mucho más deseable que los perpetradores de semejantes actos deplorables hubiesen podido ser llevados ante un juez y recibir todo el peso de la Ley y la Justicia que nuestras sociedades democráticas es capaz de dar. Porque con estados de excepción, restricciones a las libertades, silencios y post-verdad, no se gana al terrorismo. Por el contrario, como hizo Orwell, hay que trabajar más en la dirección de reforzar nuestros principios y valores frente a esos “ismos”, estando atentos y prestos a defenderlos siempre… y lo dice alguien que creció en la casi olvidada Zona Especial Norte.

Para finalizar, tres presuntos terroristas y cinco víctimas asesinadas en Londres reciben una cobertura bien merecida en nuestros medios, mientras que la muerte de diez campesinos a manos de fuerzas policiales, unos pocos días antes en Brasil, pasa desapercibida. Es ruin hacer comparaciones entre víctimas, pero 10-5 o 10-8 no es únicamente una cuestión matemática, sino quizás la constatación de que ya no todos ni todas tenemos los mismos derechos y que en paralelo a la post-verdad, posiblemente se esté construyendo un espacio de post-derechos que debería preocuparnos y mucho. ¡Buenas noches!

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