Defendiendo los derechos y las libertades civiles

Trabajo infantil y la voz de la infancia

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El pasado 12 de junio se celebró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil y en la misma semana el Gobierno de la India emitió un comunicado de prensa en el que anunciaba que modificará la Ley Nacional que regula el trabajo infantil para permitir que los menores de 14 años realicen determinadas actividades laborales con sus familias.

Ante esto, se plantean varias cuestiones: ¿Qué es el trabajo infantil? ¿Qué establece la normativa internacional? ¿Ayudar a la familia es un trabajo? A la hora de legislar, ¿toman en cuenta los gobiernos la opinión de las niñas y los niños?

Normativa Internacional: definición de trabajo infantil

La normativa internacional se regula, fundamentalmente, en dos Convenios (138 y 182) y dos Recomendaciones (146 y 173) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La edad mínima de admisión al empleo se establece, con carácter general, en 15 años. En los países de economía insuficientemente desarrollada se contempla la posibilidad de fijarla a los 14 años. Si bien, se recomienda que la edad mínima para trabajar se eleve a los 16 años.

Los países que han ratificado la normativa de la OIT (por ejemplo, EEUU es uno de los países que no lo ha hecho) determinan la edad mínima del derecho al trabajo. Normalmente en Europa se establece en 16 años (España), con excepciones como Bélgica y Finlandia que la fijan en 15. En África, con carácter general, se establece en 14, con alguna excepción como Burundi o Gabón que la fijan en 16. En América Latina encontramos más diversidad: Argentina en 16, Ecuador en 15 y Bolivia en 14.

Además de determinar la edad, la OIT y UNICEF definen así el trabajo infantil:

La OIT considera que trabajo infantil es aquel que priva a los niños y niñas de su niñez, su potencial y su dignidad, que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico y, además, les priva de la posibilidad de ir a la escuela.

UNICEF
 define con más detalle el trabajo infantil como «cualquier trabajo que supere una cantidad mínima de horas, dependiendo de la edad del niño o de la niña y de la naturaleza del trabajo:

  • – Entre 5 y 11 años: al menos 1 hora semanal de trabajo remunerado o 28 horas semanales de trabajo doméstico.
  • – Entre 12 y 14 años: al menos 14 horas semanales de trabajo remunerado o 28 horas semanales de trabajo doméstico.
  • – Entre 15 y 17 años: al menos 43 horas de trabajo remunerado u horas semanales de trabajo doméstico».


Situación actual del trabajo infantil

El trabajo infantil es una realidad. Los datos de UNICEF en su Informe anual, ‘El estado mundial de la infancia 2014’, indican que un 15% de las niñas y los niños de todo el mundo realizan trabajos que menoscaban su derecho a la protección contra la explotación económica: “Se calcula que en todo el mundo hay 168 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años que trabajan«. El trabajo de las niñas, en su mayoría, es el doméstico y la prostitución; el trabajo de los niños suele desarrollarse en sectores de alto riego: minas o basureros.

Entre las causas se destacan principalmente la pobreza, la violencia familiar, los factores culturales (género, casta, etnia), la permisividad social, la falta de oportunidades de los padres y las madres y, en particular, la falta de cobertura del derecho humano a la educación y su obligatoriedad. A esto se le debe añadir la carencia de capacidad institucional de los Estados para combatirlo de manera efectiva y, en algunos de ellos, la presencia de lagunas legales y de contradicciones normativas.

El Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas (Comentario General 16) afirma que «la infancia es un período excepcional de desarrollo físico, psíquico, emocional y espiritual, y las violaciones de los derechos del niño, como […] el trabajo infantil […], pueden tener consecuencias permanentes, irreversibles e incluso transgeneracionales».

Una de las principales consecuencias del trabajo infantil es la pobreza: una población sin educación y con salarios muy bajos (cuando los hay) no podrá sustentar el desarrollo de sus países, con lo se genera el círculo vicioso de la pobreza. Antes estos datos, la cuestión es cómo pueden evitarse estas circunstancias y cuál debiera ser el trabajo de los Estados.

Encontramos dos sectores de opinión: los que argumentan que a través de la implementación obligatoria y efectiva del Derecho Humano a la Educación se podrá acabar con el trabajo infantil; y los que argumentan que el desarrollo económico del país eliminará el trabajo infantil.

La OIT implementa desde 1992 el Programa Internacional para el Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), cuyas medidas principales (además del endurecimiento de las legislaciones estatales, programas de sensibilización, etc.) se basan en la educación y la formación profesional y no profesional de las niñas y los niños. El Informe del IPEC sobre Estimaciones y Tendencias mundiales 2000-2012 establece que, en ese periodo, se registraron casi 78 millones menos de niños y niñas en situación de trabajo infantil en el grupo de edad de 5 a 17 años.

La voz de las niñas y los niños

Ante estos datos, surgen las siguientes preguntas: ¿Qué opinan las niñas y los niños del trabajo infantil? ¿Cómo perciben el trabajo: derecho u obligación? ¿Les escuchan los gobiernos a la hora de legislar?

Uno de los principios fundamentales en los que se basa la Convención de los Derechos del niño es el respeto por sus opiniones (art. 12). El derecho a ser escuchado exige que los responsables de tomar decisiones que afectan a las vidas de los niños y niñas los escuchen con seriedad, respeto y consideración por sus puntos de vista.

Los niños y las niñas de diversos países han formado sus propias organizaciones y movimientos para que los gobiernos les escuchen y tomen medidas para mejorar su situación. En África, América Latina y el Sudeste Asiático el movimiento se une en Los Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (NATS). Su batalla principal es conseguir la dignidad en el trabajo. No abogan por su prohibición, sino por su regulación. De hecho, están en contra de que el 12 de junio se celebre el día de erradicación del trabajo infantil; ellos y ellas abogan por que sea el día del trabajo digno, día contra la explotación laboral infantil. Quieren ser considerados y consideradas sujetos de derecho.

La ONG Save the Children, en su proyecto ‘La voz de la niñez trabajadora’ (financiado por la Unión Europea) trabajó con niñas y niños de Bolivia, India y Pakistán. En su proyecto se reflejan las razones de su lucha contra la prohibición del trabajo infantil y dan sus razones:

  • Trabajamos porque lo necesitamos para sobrevivir.
  • Trabajamos para ayudar a nuestras familias.
  • Trabajamos para poder pagar los estudios, comprar ropas y medicinas.
  • Trabajamos porque el trabajo nos forma como personas y aprendemos muchas cosas importantes para la vida.
  • Trabajamos porque en nuestra cultura todos y todas colaboramos con el bienestar de la comunidad.
  • Trabajamos porque el trabajo nos hace sentirnos felices.


La Unión de Niños y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (UNATSBO) considera que su lucha se ha visto reflejada en la legislación boliviana. En julio de 2014, Bolivia aprobó una ley polémica que, aun fijando la edad mínima del trabajo a los 14 años, permite, en determinadas circunstancias, trabajar a partir de los 10 años.

En Bolivia, según los datos de la Defensoría del Pueblo, el 28% de las niñas y los niños de entre 5 y 17 años (850.000) trabajan. De ellos, el 87% desempeña oficios considerados peligrosos (la zafra y la minería) y el 77% no recibe sueldo porque ayuda a la familia. En este sentido, la oficina Regional de UNICEF considera que la magnitud, la elevada precariedad y la explotación laboral de niños, niñas y adolescentes en diferentes sectores de la economía de Bolivia es uno de los problemas más críticos del país.

¿Debe prohibirse todo tipo de trabajo infantil?

Considero que el objetivo debiera ser la erradicación del trabajo infantil que sea consecuencia de la pobreza, que ninguna niña o ningún niño se vea obligada/o a trabajar para poder comer o sobrevivir, pues se trata de un período crucial en el desarrollo tanto físico como mental de todo ser humano. Esos años debieran estar centrados en la educación escolar y en actividades culturales, en divertirse y disfrutar mientras los padres, las madres y los gobiernos hacen su trabajo contando con la opinión de las niñas y los niños.

Dicho esto, no nos encontramos aún en esa situación. Hay países, en particular los del Sur, que se encuentran lejos y deben trabajar en esta línea. Desde mi punto de vista, la legislación boliviana debiera tomarse como un paso intermedio. Regular la actividad del trabajo infantil permite que las niñas y los niños trabajadores no sean esclavos y que deban estudiar un mínimo de horas al día.

En este sentido se pronuncia la ONG Save the Children que distingue entre los efectos positivos y negativos del trabajo infantil para la realización de los derechos de la infancia. Save the Children se opone a prohibiciones generalizadas del trabajo infantil: “A trabajos diferentes, soluciones diferentes”.

Como punto de reflexión quisiera contar mi experiencia personal diaria: vivo y trabajo para una ONG en Kinshasa, R.D. del Congo y cada día de camino al trabajo encuentro varios niños y niñas que venden chicles, caramelos y periódicos. Me hice amiga de uno de esos niños,  Jeremy, que vende chicles y caramelos por la mañana para poder pagar su escuela, a la que asiste cada tarde. Un día le pregunté en qué podía ayudarle, y me contestó que quería unas zapatillas para poder correr mejor detrás de los coches (y así vender más chicles) y un balón para jugar al fútbol después del colegio.

Jeremy tiene entre 10 y 12 años. Si en la R.D. del Congo, Estado fallido casi por definición e inmerso en conflictos armados, se aplicara la normativa de la OIT (que el Gobierno ha firmado), Jeremy no podría vender caramelos y no podría ir a la escuela.

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